Descubrimientos de sí mismo. Es que los años traen sus cosas, como esa a la que le dicen experiencia. Pues, yo he descubierto con ella que más que las concreciones a veces prefiero las expectativas...y que, en buena parte de mi vida, han sido más ellas que las realizaciones quienes me han impulsado hacia mis mayores éxitos y mis más rotundos fracasos.
Imagínense una fantasía que hayan luego concretado. Del tipo que fuere. ¿Fue mejor que la expectativa que la precedió? De allí en más trasládenlo a la situación que gusten... Una cita a ciegas, puede derivar en una enorme decepción o en una grata sorpresa, todo depende de la expectativa puesta en el evento.
El primer beso que recibieron ¿fue mejor que el que imaginaban y anhelaban cuando tenían la boca del ser deseado enfrente? En la imaginación, en la fantasía uno fulmina muchos elementos que contaminan los mejores momentos.
¿No hay algo en el vértigo de la espera, del deseo, del temor a lo que vendrá que hace que por más que lo suframos querramos estar una y mil veces en ese estado?
El instante previo a cualquier acontecimiento que consideramos relevante en nuestra vida (que irá variando a lo largo de ella) está rodeado de un aura que sólo en otro preludio a otro suceso importante podemos encontrar.
Como acá estoy para desparramar mis divagues y no para enunciar verdades universales puedo darme el lujo de esbozar la única explicación que encuentro a este asunto: la expectativa puede servir para abstraernos de la implacable e ineludible rutina. En ese instante nos trasladamos al terreno de lo que puede ser y no de lo que es. En donde nos permitimos especular sobre el destino y no por ser un instante pierde importancia. Al fin y al cabo tampoco la felicidad es algo que dure tanto y no la andamos despreciando así como si nada.
Y algo de timba tiene,
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